martes, 2 de julio de 2013

Un Algo o3 - Tercera parte

No vivo en un barrio muy adinerado, ni en una parte mala de la ciudad; mi familia y yo vivimos bien, un poco mejor que la media, aunque sin lujos; pero vivas donde vivas, la seguridad siempre es algo relativo. Así que una semana después de la charla, me encontraba huyendo de dos personas que no se contentarían con robarme dinero.
Me habían emboscado camino a casa; era uno de esos días en los que mi madre retiraba a Cat más temprano de la escuela; saliendo de uno de los tantos callejones que podía soslayar en mis recorridos. Me pidieron todo lo traía pero yo, asustado, sólo atiné a correr como si la vida se me fuera en ello. Recuerdo haberlos perdido de vista por un segundo, y también el haberme caído a mitad de la acera. Me levanté apresuradamente sin más opción que ignorar el dolor que me proporcionó la caída y atiné a ingresar a un local en las inmediaciones. Una librería me había salvado de una golpiza.
La dueña del local era una chica joven, de cabello negro y bonito. Recuerdo que cuando la conocí sus ojos azules me miraban fijamente, como intentando curar mi alma. Mi primer pensamiento sobre ella fue que me gustaba, y que era la persona más afortunada por haberla conocido.
Se llamaba Christine, y amablemente me preparó un café tan dulce como reparador. Llamó a mi casa y les explicó la situación, su poder de convencimiento era increíble y en pocos minutos mi padre apareció en su auto. Chris, como me pidió que la llamase, me invitó a volver algún día si es que el lugar no me traería malos recuerdos.
Durante una semana mis padres fueron a recogerme en la escuela. Era una pérdida de tiempo para ellos, y una molestia para mi. No necesitaba de sus cuidados, como tampoco necesitaba de sus reproches cuando se les hacía tarde para trabajar. Hasta pensaron en contratar uno de los autobuses de la escuela, pero eran demasiado costosos para tratarse de un recorrido de pocas cuadras. Así que en una semana estaba volviendo a caminar a casa, pero esta vez deteniéndome unas cuadras antes de llegar.
Las visitas a la librería se hicieron más frecuentes, y unos días después me encontré llevando a Cat conmigo. Chris me ayudaba a pasar los malos tragos y a sobrellevar la mala suerte que en esos días me había perseguido con ganas. Y sin darme cuenta, ella se había convertido en mi amiga y confidente.

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